La forma real de descubrir qué tan inteligente es alguien

Las pruebas de coeficiente intelectual son una tortura. Tomé el primero a la edad de cinco años. Recuerdo una pregunta que me hizo llorar: “Encierra en un círculo la imagen que más se parezca a una lámpara”. Había cuatro fotografías. Un escritorio. Una cama. Un entrenador. Y por último, pero no menos importante, una lámpara. La pregunta no tenía ningún sentido. Una de las imágenes no parecía simplemente una lámpara. Era una lámpara. En mi mente, debería haber una imagen de algo que sólo se pareciera a una lámpara. Cada pregunta planteaba el mismo tipo de problema. Estaba abierto a diez interpretaciones, al menos para mí. Al final no terminé la prueba. La escuela intentó colocarme en cursos de educación especial, pero mis padres se opusieron, principalmente por vergüenza y vergüenza.

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